A pesar de la incertidumbre, Barack Obama y John McCain se han enfrentado en el primer debate de la lucha electoral por la Presidencia de EE.UU. Aunque ambos han lucido trajes de similar tono azul, Obama llevaba prendida de su solapa derecha una banderita con la que despejar dudas sobre su falta de patriotismo.
El tema de este primer debate era la seguridad nacional y la política exterior de los EE.UU., pero los recientes acontecimientos económicos han mandado y el debate ha comenzado con la inevitable referencia a la crisis que atraviesa la primera potencia mundial y el plan de rescate puesto en marcha por George W. Bush.
Tanto Obama como McCain han coincidido, al comienzo de sus intervenciones, en que la situación económica a la que se ha llegado se debe a malas prácticas durante las Administraciones de Bush y a la radical brecha existente entre los intereses de Wall Street y los de los ciudadanos corrientes. McCain ha reconocido el exceso de codicia y avaricia de los agentes privados y la falta de responsabilidad de los cargos destinados a controlar las políticas económicas y financieras.
Ante esta coincidencia, al ser preguntados por sus diferencias en medidas económicas, Obama ha defendido su programa de asignaciones económicas a las clases menos pudientes, así como una reforma en el sistema de salud que garantice una cobertura sanitaria adecuada para todos los estadounidenses. McCain ha criticado esta política de inversión y se ha centrado en el discurso habitual del Partido Republicano: recorte de gastos, mostrándose favorable de revisar los presupuestos militares y poniéndose en contra de la reforma sanitaria de su oponente.
Ambos candidatos van a apoyar el plan de rescate económico que George Bush proponga, por lo que el moderador les ha preguntado a qué estarán dispuestos a renunciar con tal de llegar a un acuerdo en el plan. Barack Obama ha regresado a su propuesta de modificar el sistema de seguros en el que se basa la sanidad estadounidense y en lugar de exponer sus renuncias ha defendido un plan de inversiones de corte keynesiano y otro de reducción de la dependencia energética exterior basado en las energías renovables y la optimización de los vehículos. John McCain tampoco ha concretado sus renuncias y, al igual que Obama, ha expuesto sus propuestas: inversión en energía nuclear, prospecciones petroleras en el territorio de EE.UU. y control del dinero donado a terceros países.
A lo largo de todo el debate el principal punto fuerte de McCain ha sido presentarse como un político republicano independiente y crítico con la Administración Bush, para proyectar una imagen de ruptura en la continuidad que significaría su victoria.
Obama, sabedor de las críticas que le acusan de inexperto, se ha mostrado como alguien previsor en cuanto a política económica e internacional, un analista conocedor de la situación mundial, capaz de identificar los problemas y actuar para solucionarlos. McCain ha identificado rápidamente la estrategia del demócrata y le ha atacado desacreditando sus análisis y calificándolo como alguien que no entiende por dónde van los tiros.
Tras el apartado económico han pasado al internacional. «¿Qué lecciones hemos aprendido de Irak?», les ha preguntado el moderador. «No se puede tener una mala estrategia que nos lleve a perder un conflicto bélico», ha comenzado el republicano para después defender la actual estrategia en Irak: «Regresaremos cuando hayamos ganado la guerra. Alcanzaremos la victoria y la honra»; y ha explicado las consecuencias que acarrearía una derrota en ese frente: mayor influencia de Irán, mayor violencia sectaria y una guerra contra el terrorismo más amplia.
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