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La Historia en las cunetas

«La batalla de la memoria la ganó Franco, pero bien ganada», dice el historiador José María García Márquez con la mirada intensa agazapada tras unas gafas de cristal estrecho. En esos ojos se adivinan años de escudriñamiento sobre la Guerra Civil en Sevilla y Huelva, sobre la represión y sobre la identidad de miles de personas que aún vagan por cunetas y olivares, sin nombre, sin recuerdo.

La carrera de José María está basada en la búsqueda de la historia de muchos de aquellos que murieron reprimidos desde el alzamiento de 1936, y sus historias, como leyendas negras narradas en noches de tormenta, asaltan su memoria, como la de aquél que cortó unas orejas a un fusilado para guardarlas como trofeo y fue considerado un «ardiente defensor del glorioso movimiento nacional». Historias de estar «dentro del fango, de las catacumbas del terror».

Su labor de investigación y reconstrucción de la historia a partir de los documentos del régimen franquista tiene como fin, además de la recuperación de la identidad y el emplazamiento de miles de personas represaliadas, el esclarecimiento de una de nuestras épocas más oscuras, «algo que no se estudia en la escuela, que es donde se debería tratar esto, como se hizo con las dictaduras del nazismo y el comunismo en Alemania». Contribuir a «que se sepa quién era Francisco Franco o cualquier otro, que es lo importante, y no quitarle su nombre a una calle cualquiera».

La obra histórica de José María García Márquez es fundamental para tapar los desconchones que pueblan la tapia de aquellos años oscuros sobre los que, poco a poco, con la suavidad de la distancia, comienza a caer la luz.

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Un post y una entrevista realizada por Jack Daniel’s y el que esto firma.


Historias de una Huelga: los eventuales de Tussam

Miguel Ángel es uno de los 88 trabajadores eventuales de la empresa municipal de Transportes Urbanos de Sevilla (Tussam) que se encuentran en el paro desde abril tras haber conseguido una plaza en un concurso público. La suya es una de las muchas historias de lucha y sufrimiento, millones de odiseas diarias ante las que la crisis muerde con dientes más afilados con cada nuevo amanecer. Vidas entre paro y frágiles esperanzas, ocultas hasta que viene una huelga y todas salen a la calle.

Un reportaje realizado con la colaboración de Jack Daniel’s.


Esa sucia forma de actuar de los Estados Unidos

Estados Unidos vuelve a usar sus viejos trucos para quitar de en medio a quien pretende alterar el sistema. Nada nuevo bajo el sol. Ello a pesar de que «The Hope» está al cargo de un país que, más que cambiar,  se regenera a sí mismo. Eso mismo fue lo que provocó el cambio de nombres –Obama por Bush-, pero que sólo fue eso, un falso cambio que sólo le ha servido a Obama para ratificar todos y cada uno de los  pasos dados anteriormente por su antecesor.

De ser cierta la noticia aparecida hoy -si su objetivo es simplemente dañar la credibilidad de Julian Assange, ya lo han conseguido- serviría para confirmar que Obama sigue siendo una gran mentira, un producto del márketing, y que lo que hace no es nuevo, sino que sigue los pasos del viejo libro de estilo norteamericano, donde aparece registrado cómo se debe actuar en cada caso, para hacer desaparecer a aquellos elementos incómodos, ésos que pueden deshacer todo el tinglado tal y como está actualmente montado, y que ya sabemos a quién favorece.

Las argucias utilizadas por el país norteamericano desde que se constituyó como nación para defender sus propios intereses, muestran a las claras que el estado democrático más antiguo del mundo, sigue muy a rajatabla aquella máxima maquiavélica en la que el fin siempre justifica los medios. Y si hay que quitar de en medio a uno, todo sea por el bien de una nación.

No expongo una opinión personal. Esa postura ya fue defendida abiertamente ante las Naciones Unidas por Jeane Kirkpatrick, en su famosa doctrina. En ese momento hizo público el, hasta entonces oculto, libro de estilo norteamericano. El objetivo entonces era erradicar los estados socialistas. El fin último, dar continuidad al sistema.  Siguiendo dicha postura, daba igual hacer desaparecer a ciertas personas o mantener a todo un país sumido en una dictadura. Eran los 80, la época de Ronald Reagan, y con su famosa doctrina, Kirkpatrick justificó que en plena Guerra Fría, Estados Unidos crease y protegiera dictaduras totalitarias, aunque fuesen genocidas, para así mantener a raya a un determinado pueblo, que podía ver con buenos ojos determinadas ideas progresistas.

Según Kirkpatrick, los regímenes totalitarios procuran controlar los pensamientos de sus ciudadanos, utilizando la propaganda, el lavado cerebral, la reeducación, el espionaje a particulares y la represión política masiva basada en la ideología del Estado.

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Ceuta, Melilla y Gibraltar, indudablemente españolas

Ceuta y Melilla son, indudablemente, territorio español. No son colonias, como piensan quienes desconocen la historia. Al contrario de lo que desearían nuestros vecinos sureños, ambas ciudades jamás pueden volver a ser Marruecos, puesto que nunca formaron parte de él. Las ciudades autónomas pertenecen a España desde antes incluso de que Marruecos existiera como nación. Ambas ciudades, aunque con una historia común, poseen contextos muy distintos, que explicaremos grosso modo.

Ceuta fue territorio luso desde 1415, fecha en que Enrique el Navegante toma la ciudad para el Reino de Portugal. El imperio marinida, anterior administrador del territorio, reconoce, a través de un tratado, a la ciudad caballa como portuguesa. Portugal, en 1580, pasa a formar parte de España. Casi un siglo después, en 1640, con la independencia de Portugal, la ciudad decide ser fiel al rey español y no al Duque de Braganza, motivo por el cual recibe Carta de Naturaleza por parte de la corona, además del título de ciudad “Fidelísima”, que se une a los que ya poseía de Noble y Leal. Diferentes tratados posteriores -con Portugal en 1668, y con Francia y Marruecos en 1912, las tres principales potencias que anhelaban el territorio- reconocen la españolidad de la ciudad.

Melilla, por su parte, pertenece a España desde antes, exactamente desde 1497, cuando Pedro de Estupiñán conquista Melilla. El objetivo, crear una ciudad española en territorio africano, a partir de la cual partieran posteriores incursiones para expandir el cristianismo allende el estrecho de Gibraltar. Un año después se asienta sobre el territorio, que había permanecido abandonado durante siglos, una población de 700 personas, entre los cuales figuraban una impoartante guarnición, así como un total de treinta y cinco maestros carpinteros, herreros, pedreros, albañiles y canteros. Para hacernos una idea, Melilla es España 18 años antes de que Navarra se incorporara a la Corona de Castilla, y 162 años antes de que el Rosellón fuera francés.

Hemos de recordar que es en 1666 cuando Mulay Muhammad al-Rashid bin Sharif, miembro de la dinastía alauita, se autoproclama sultán de una nación que, con la conquista de la ciudad de Marrakech dos años después, pasa a denominarse sultanato de Marruecos en 1668. 253 años después de que Portugal tomara Ceuta y 171 años más tarde de que Melilla se considerara ciudad española de pleno derecho. Marruecos, por tanto, no puede ni debe continuar reclamando un territorio que jamás le ha pertenecido.

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Víctor Manuel Gibello: «Nuestra cultura no se podría entender sin la influencia islámica»

Entrevista a Víctor Manuel Gibello, arquéologo, historiador y presidente de «Arqveocheck»

Por Esteban Sánchez Rosado. Publicada también en El Periódico de Extremadura.

«Todas las tierras en su diversidad son una, y los hombres todos son vecinos y hermanos» . Las mismas palabras que Al-Zubaydi pronunciase once siglos atrás son las que encabezan el libro El poblamiento islámico en Extremadura . Este trabajo, que se ha convertido recientemente en la segunda monografía publicada de Víctor Manuel Gibello, ha sido editado por la Junta de Extremadura, que ha lanzado 2.000 ejemplares.

Este arqueólogo e historiador cacereño es director de Arqveocheck , una empresa con sede en Mérida cuyos campos de actuación son «la arqueología, la restauración y la investigación histórica», áreas que se relacionan directamente con lo expuesto en su nuevo libro.

El poblamiento islámico en Extremadura es el «resultado final de un proyecto que desarrolló la Consejería de Fomento entre los años 2001 y 2003 en colaboración con Andalucía, Marruecos y el sur de Portugal» con la finalidad de mostrar el valor del «legado islámico a ambos lados del Estrecho», explica. Declara el autor que «aunque el libro sea algo que parezca cerrado, hay una investigación detrás que se sigue realizando», por lo que no descarta «futuras reediciones».

Del contenido del monográfico explica Gibello que «nuestra historia está conformada por una serie de culturas entremezcladas sin las cuales no podríamos comprender el presente», y añade que «una de estas culturas es, por supuesto, la islámica, hacia la que habitualmente ha habido algo de rechazo o abandono por parte de los investigadores» debido, en su opinión, a «ciertos complejos culturales».

Según el arqueólogo, esto ocasiona que se observe la civilización islámica «desde fuera, y no desde dentro como debería hacerse», por lo que ha querido ofrecer una visión alternativa en la primera parte del estudio, en el que «trata de expresar una serie de concepciones generales sobre el Islam, su expansión y su vinculación con la Península Ibérica», especialmente con Extremadura. Tras este capítulo introductorio, «se trata de explicar una época histórica desde el punto de vista de la ordenación del territorio». El siguiente apartado se centra en «la red de caminos en Extremadura en el período islámico» mediante una serie de planos.

Por último, la parte más extensa del volumen recoge más de 70 poblaciones extremeñas en las cuales existe una considerable herencia material de su época islámica. «La región fue tan importante para la expansión del Islam que podríamos hacer un extenso monográfico con cada una de las poblaciones que figuran aquí», declara el investigador.


La memoria selectiva del comunismo

Es curiosa la indulgencia de que, al menos en nuestro país, goza la ideología comunista. Una ideología que se dice solidaria y buscadora de un mundo más justo, pero que, en la práctica, ya sabemos cometedora de qué tipo de excesos es. Ustedes ya lo saben de sobra.

Pero hay muchos que parecen no saberlo o, simplemente, lo ignoran. Y absuelven al comunismo de sus graves pecados sin siquiera exigirle una redención. Por eso las ideologías de extrema derecha son tan malas -que lo son-, pero las de extrema izquierda, primas hermanas, son muy buenas.

Y esto aprovechan los que quieren escapar de la culpa del pasado y seguir hacia delante como si no hubiera pasado nada -como si ahora, incluso, no pasara nada-. Y nos encontramos a José Luis Centella, el nuevo secretario general del PCE, soltando cositas como éstas en una entrevista en EL PAÍS:

Usted cree que no hay que pedir perdón por la historia.
No sólo no hay que pedir perdón sino que creo que la historia del PCE es de las más gloriosas que puede tener un partido en el mundo. Y en cuanto a la historia del comunismo, hay luces y sombras, pero es la búsqueda de una sociedad más justa. Lo que tenemos que hacer es autocrítica, no pedir perdón. (…)
(…)
¿La URSS cometió errores o crímenes?
La historia de la humanidad está llena de crímenes. Ningún cristiano deja de serlo por los crímenes de la Inquisición; ningún demócrata se considera hoy responsable de los crímenes de la Revolución Francesa. Igualmente, ningún comunista debe sentirse heredero de los crímenes que efectivamente se cometieron en nombre del comunismo.

Decir que «ningún comunista debe sentirse heredero de los crímenes que se comentieron en nombre del comunismo» es decir algo cierto, pero negar que haya que pedir perdón, que haya que recapacitar sobre todo el mal cometido en el pasado, es algo que convierte la autocrítica en meras palabras. Algo que lleva a enmascarar la vileza de la ideología en la grandeza del partido, a mirar para otro lado al decir que los crímenes se cometieron por la «búsqueda de una sociedad más justa».

Y de ahí pasamos a la entrevista a Francisco Frutos, el secretario general saliente del PCE, que  suelta semejantes cositas:

– ¿Ha pensado en colocar una foto de la caída del muro de Berlín?
– Nunca. Demagogias, las justas.
(…)
¿Celebra la caída del muro de Berlín?
– No, no… yo no celebro esas cosas. Insisto: demagogias, las justas. ¿Y el muro de Palestina?

Estas declaraciones, con ese tonito de rabia de aquel a quien se le pregunta por lo que más duele, no sólo son un gesto de desprecio hacia la unificación alemana y de connivencia hacia la dictadura comunista de la RDA, sino que evidencian la actitud de memoria selectiva de la que adolece el comunismo.

El franquismo tiene que rendir cuentas por sus crímenes. Y Occidente, e Israel, y el capitalismo. Y los regímenes inhumanos del Imperialismo, con sus dictadores y su represión. Pero no digamos que eso pasó ni pasa bajo la bandera del comunismo. Ni hablemos de muros que dividen a la gente. Y mucho menos de celebrar su caída. Decir que el comunismo tiene algo que ver con eso es demagogia.

Para saber lo que pasó en el paraíso comunista de la RDA, nada mejor que este documental audiovisual de RTVE, el cual os recomiendo encarecidamente. A ver si así aprendemos historia y nos enteramos de cómo fueron realmente las cosas y de la memoria histórica selectiva que nos quieren vender otros.


La II Guerra Mundial se empezó a ganar en Punta Umbría (Huelva)

Hoy se cumplen 65 años del «Día D», el desembarco de Normandía. La batalla por la que soldados norteamericanos, británicos y canadienses tomaron la Playa de Omaha para terminar definitivamente con la invasión nazi en Francia. Una batalla en la que murieron 9.387 soldados norteamericanos, y fundamental para el posterior transcurso de la Guerra. Todos conocemos cómo transcurrió la operación, sobre todo gracias al cine. Pero lo que pocos saben es que la II Guerra Mundial se empezó a ganar un año antes, gracias a la operación «Carne Picada» (Mincemeat), que tuvo lugar en España, más concretamente en Punta Umbría (Huelva). El plan era engañar a los alemanes para hacerles creer que los aliados no tomarían Sicilia, sino los Balcanes, Córcega y Cerdeña.

Todo ocurrió la primavera de 1943. A la playa de El Portil llegó el cuerpo de un aviador británico, William Martin, descubierto por José Antonio Rey María, un pescador puntaumbrieño de origen portugués. Junto al cuerpo se hallaron unos documentos de suma importancia. En ellos se decía que se estaba preparando un desembarco aliado en el Mediterráneo, pero no en Sicilia, punto estratégico fundamental entre África y Europa, sino en diferentes puntos «de menor importancia» para así sorprender a los nazis.

El muerto no era realmente William Martin –el hombre que nunca existió-, sino que se trataba de un vagabundo alcohólico galés llamado Michael Glyndwr, que murió por ingerir un raticida. Ese raticida le provocó una neumonía, es decir, un encharcamiento pulmonar, similar al de un ahogado, y por ello fue considerado como el anzuelo perfecto. El cuerpo fue abandonado por un submarino frente a las costas onubenses, con la intención de engañar a los alemanes, pues estaba claro que los españoles, aunque oficialmente neutrales, harían llegar la informacion a los numerosos espías nazis presentes en nuestro país.

La información no tardó en llegar  al propio Hitler, quien cayó totalmente en la trampa tendida por los aliados.  El objetivo seguía siendo Sicilia, pero había que disuadir a los alemanes para que no concentrasen toda su defensa en la isla, haciendo así más factible su posesión. La confirmación por parte de espías aliados de que el pez había picado el anzuelo se hizo palpable a través de un escuato telegrama enviado a Winston Churchill que decía “Se han tragado toda la carne picada“.

Hitler hizo caso omiso a las advertencias de su homólogo italiano Mussolini, desconfiado ante todo lo que había sucedido, y retiró a buena parte de sus tropas de Sicilia para situarlas en Córcega y Cerdeña. A su vez, envió al mariscal Rommel, el zorro del desierto, a formar tropas en Grecia para prevenir cualquier intento de invasión continental, y tomó una de las decisiones bélicas más controvertidas de las que llevó a cabo en la contienda: sacó a dos divisiones Panzer del frente ruso, preparadas para entrar en acción en la inminente Batalla del Kursk, que constituyó el comienzo del imparable avance soviético hasta la toma final de Berlín, para enviarlas también al país helénico.

La Operación Mincemeat dio origen así a la Operación Husky, por la que se produjo la toma de Sicilia, en la que murieron 29.000 soldados del eje y 114.000 fueron capturados. Fue el inicio del fin para Hitler, pero también para Mussolini. La conquista de Sicilia fue el primer camino para la posterior toma de la península italiana, que provocó el derrocamiento de Il Duce. Tal fue el engaño, que no se llegó a descubrir hasta el año 1996, gracias a la labor de diversos investigadores de la II Guerra Mundial. Incluso hay una película que narra la historia tal como diversos analistas afirman que sucedió. El cuerpo de William Martin, el hombre que nunca existió, sigue enterrado hoy día en el cementerio de Huelva.