“Por lo menos leen”. Suena a suspiro resignado, pero el librero, tras esta sentencia, sonríe: su negocio no se hunde. Aunque quizá lo que zozobre sea la literatura -crear arte con palabras- y no el medio -el libro, digital o físico-. Las editoriales también sufren los vaivenes económicos, pero este primer problema lo han salvado, más o menos, con los éxitos de este año. La trilogía Millenium o los libros de Dan Brown están por todas partes. Cualquier lector despistado, que vuelve al supermercado porque se ha olvidado de comprar champú, puede llevarse a casa quinientas páginas de libro. La portada en Technicolor, apoyada junto a los chicles de la caja, seguro que le incita a leer la historia, igual que a sus vecinos, que también compran en el mismo establecimiento.
El librero mantiene la sonrisa pero sin celebrar ningún trofeo: la lectura se ha “democratizado”, pero la literatura se ha vulgarizado. Es un argumento sencillo de esgrimir si se observa en la cola del supermercado los títulos disponibles. Y, también, si los escritores que se nombran guardianes de la belleza se ponen en este bando apocalíptico. Como ejemplo de pretoriano, cito a Juan Manuel de Prada, quien, en su columna de XL Semanal del 24 de enero, cruza el barranco de la excelencia para atacar al vulgo y a la cultura convertida en democrática; porque él entiende que esta, por definición, es aristocrática. En este segundo punto, aparece un conflicto: el arte puede ser interpretado por todos, por los que leen a Borges, y los que anotan en el calendario la fecha de publicación del próximo Harry Potter. Esta fuente de nuevas opiniones no tiene por qué ser deleznable, puesto que el debate ayudará a que se pongan en evidencia esos títulos que no aportan nada más que entretenimiento, ante los que alimentan el espíritu. Por esta razón, otras expresiones artísticas también se han democratizado y no han perdido estilo, ni se han vuelto más vulgares. Así, yo reconozco que me compré un casete de Bom Bom Chip de niño, pero eso no ha sido un obstáculo para que pueda reconocer el arte en la música de Bob Dylan cuando he crecido. O en los medios de comunicación que han perdido el miedo a la democratización de la información: el periodismo es algo más que mantener un blog, es una entrega profesional a la opinión pública.
Así, las campañas del Plan de Fomento de la Lectura -De Prada las ataca porque están guiadas a la “democratización”-, son una vía necesaria para acercar al gran público a los libros, y , una vez alcanzado ese momento futuro, que se enganchen a la aristocracia de los guardianes pretorianos. Pero que, por el momento, dejen al librero dormir tranquilo, porque los españoles “por lo menos leen”.