A los 102 años, Albert Hofmann, creador de la LSD-25 (dietilamida de ácido lisérgico), ha dejado esta vida,
víctima de un fallo cardiaco. Lo hizo el pasado día 29 de abril en su casa de Burg (cantón de Basilea).
Albert Hofmann dió con la LSD por casualidad, investigando con los alcaloides del cornezuelo del centeno. Durante la manipulación de uno de los compuestos (el 25), una gota cayó sobre su mano. Al rato, comenzó a sentirse indispuesto para el trabajo y decidió regresar a casa, como siempre en su bicicleta. En ese trayecto, los efectos de la LSD se le hicieron claramente manifiestos, revelándole una realidad durante mucho tiempo oculta a los hombres.
Hofmann sintetizó también la psilocibina, entre otras muchas sustancias dispares como la reserpina (vía Drogoteca), pero su labor trasciende la del mero químico. Con la creación de diversos alcaloides procedentes de plantas y hongos enteógenos, Hofmann estableció un puente entre el siglo XX y la antigüedad, entre la sociedad materialista de Occidente y los pueblos indígenas del mundo.
La LSD, el hijo problemático de Hofmann (como él la bautizó), creo que puede ser considerada una de las sustancias más importantes del pasado siglo. En principio fue aplicada a la medicina psiquiátrica, pero los 60, los hippies, y la contracultura hicieron de ella el pilar sobre el que fundar aquella revolución.
La LSD fue el psiquedélico clave de los 60 y 
70, alentado por gentes tan dispares como Timothy Leary, los Beatles o Aldous Huxley. Más importante que sus efectos inmediatos sobre la percepción, era cómo el individuo percibía la realidad tras una ingesta de LSD. Algo había cambiado en su interior y poco sentido tenía ya la sociedad capitalista y sus devenires.
Así las cosas, el «establishment» estadounidense se vio ante un peligroso enemigo que lo amenazaba. Por eso comenzó a sacar partidas de LSD adulterada que hicieron estragos entre los hippies.
Ya no hizo falta nada más. Los relatos (ciertos, falsos y leyendas urbanas) sobre jóvenes enloquecidos por esa sustancia corrieron como la pólvora y la dietilamida de ácido lisérgico fue condenada al listado de sustancias prohibidas de la ONU.
Albert Hofmann experimentó cerca de una treintena de veces con LSD y otras sustancias y plantas psiquedélicas. Sin embargo, nadie diría de él que es un yonki o un drogata. Hofmann, fue un señor respetable, un venerado científico propuesto al Premio Nobel.
Su legado más importante son todas esas sustancias psicoactivas que sintetizó y que, después de la borrachera prohibicionista, vuelven a la primera línea del debate médico internacional; y desde ciertos sectores se vuelve a pedir que el LSD sea reconsiderado como fármaco remedio de, por ejemplo, trastornos obsesivo-compulsivos, alcoholismo y drogodependencias y tratamientos del dolor.
Éste es mi pequeño homenaje. Albert Hofmann ha muerto, ¡viva la LSD!
Sin futuro y sin un duro 